Algunas patologías, como las fobias o las obsesiones, requieren trabajar directamente con la persona afectada. Otras, como la anorexia o la bulimia nerviosa, exigen la implicación de todos los miembros del sistema familiar. En cambio, la Terapia Breve Estratégica aplicada a la resolución de problemas de niños y adolescentes a menudo se realiza de forma indirecta, de manera que los propios padres o educadores, bajo la dirección del terapeuta, son los que aplican las estrategias justo en el contexto donde se da la situación problemática. En estos casos, el niño o el adolescente no asiste a las sesiones de terapia, lo que facilita que los adultos implicados recuperen el dominio de la situación problemática y se sientan “autores del cambio”, ya que no es una tercera persona la que se responsabiliza de la situación, sino ellos mismos. Además, el trabajo indirecto evita “etiquetajes” innecesarios que frecuentemente, se convierten en una profecía patológica en la que los niños y padres empiezan a creer. Si los padres y los niños empiezan a creer que hay algún aspecto patológico en la conducta del niño o el adolescente, empezaran a comportarse de acuerdo con ella y, muy probablemente, ésta se acabará cumpliendo.

Cuando se origina un problema en el
contexto educativo, el enfoque estratégico tiene en cuenta la interacción de tres macrosistemas: escuela, familia y sociedad. Esto es así porque a menudo, al problema original se le añaden otros que lo complican, ya que las personas que integran el sistema tienden a buscar un “culpable” pensando, erróneamente, que encontrando la causa (el responsable) el problema se puede solucionar. Si se opera en esta dirección, lo que se observa de inmediato es que cada uno de los sistemas implicados se “defiende” a sí mismo y tiende a descargar la culpa sobre otro de los sistemas en interacción. Por ejemplo, la escuela descarga la culpa en la familia, la familia cuestiona a la escuela y, en caso de intervenir cualquier experto, la culpa puede recaer en su incapacidad para resolver el problema. Éste último, a la vez, podrá reaccionar acusando a la escuela, a la familia o a la sociedad. El resultado final será un juego sin fin de “pasarse la pelota” de uno a otro, completamente ineficaz para la búsqueda de soluciones efectivas.

Para no caer en este mecanismo, lo primero que se ha de hacer es evitar cualquier actitud de culpabilización y enfocar la atención hacia las soluciones intentadas por las personas que integran los diferentes sistemas, con el objetivo de bloquearlas y encontrar estrategias de cambio funcionales.

Las
intervenciones estratégicas aplicadas a problemáticas familiares parten del estudio de las dificultades observadas mediante la investigación empírica de la evolución de la familia y el desarrollo de los hijos. Desde este enfoque, se considera que

“no existen niños difíciles o problemáticos, sino problemas que hay que resolver y que son consecuencia de relaciones disfuncionales entre padres e hijos”.


Algunas de las problemáticas que a menudo se trabajan de forma indirecta con las familias de los niños y/o adolescentes que las sufren son:

  • Conductas agresivas y desafiantes
  • Fijaciones y obsesiones
  • Problemas alimentarios
  • Fobia escolar
  • Conductas de trasgresión y oposición
  • Enuresis nocturna
  • Mutismo selectivo
  • Déficit de atención con hiperactividad
  • Conflictos padres-hijos
  • Eliminación de etiquetas patológicas
  • Timidez
  • Insomnio
  • Miedos
  • Dificultades de aprendizaje